La balanza de la vida es tan caprichosa como un
péndulo. Cuando no se llega es que se ha pasado. Ante este vaivén que no puede
ser detenido siempre surgen las palabras del aforista, del que no sabe más y
recurre a la frase hecha y vacía: en el medio está la virtud.
¿A qué medio y qué mitad se refiere? Para que
exista ese punto de equilibrio tienen que estar fijados los dos topes, máximo y
mínimo. La equidistancia entre ambas marcas es la virtud. Si no hay límites
establecidos no hay punto central, no hay virtud.
Queda por tanto la diferencia entre virtud y vicio a
disposición del juicio colectivo. Una persona tenaz es admirada por su
perseverancia y su firmeza, su constancia y persistencia hasta alcanzar su
objetivo. Al contrario, una persona obstinada demuestra un empecinamiento que
no atiende a razones y nunca cede en sus principios. En la primera descubrimos
su fuerte personalidad mientras que en la segunda solo señalamos su tozudez
irreductible.
Tenaz u obstinado son dos calificativos que hacen
referencia al mismo concepto sin punto medio. Si acaso, por confundirlo más,
una persona tenaz es aquella que de forma obstinada ha logrado su objetivo
superando todos los obstáculos, mientras que una persona obstinada es la que
con tenacidad no desiste pese a tropezar contra las mismas adversidades una y
otra vez.
Ni virtudes ni vicios, solo formas de responder a la
vida.
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