Los agujeros
negros forman parte del universo. Tanto su formación como su comportamiento
se escapan de la comprensión de la mayoría de nosotros, por eso cada uno lo
imagina de una manera más o menos simplificada. Podríamos decir que un agujero negro es un punto complejo del
cosmos capaz de atraer cualquier cuerpo que pase cerca de él, incluida la luz,
para no dejarlo escapar jamás. Un imán insaciable.
En nuestro entorno más
próximo, el agujero negro puede
entenderse de una manera más pragmática: ayudas a un banco cuyas pérdidas son
desorbitadas, asignación de fondos a actividades sin justificaciones,
subvenciones a falsos beneficiarios…
En otras palabras: todo
el dinero que circule más o menos cerca de ellos no solo es engullido sino que
además no queda ni la más mínima esperanza de volverlo a ver.
Tiene mérito que un
fenómeno tan espectacular ofrecido por la astronomía a años luz, el ser humano
haya sido capaz de reproducirlo. Son tan fieles calcos que igual que el tiempo, el máximo rector de la
existencia, deja de funcionar dentro de un agujero
negro astrofísico, los gobiernos,
responsables del orden de un estado, se muestran juguetes ante los causantes de
los agujeros negros económicos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario