Los pobres utilizan pruebas para poder
acusar. A los poderosos les bastan los pretextos. Su ventaja radica en que los
pretextos los crean los propios interesados y no importa que sean justificados
o infundados. Cada pretexto es una carta blanca para poder actuar dentro de una
ficticia legalidad.
Siempre que un estado inicia una guerra
contra un país que se cruce en sus intereses recurre al pretexto fácil y
directo: la amenaza. Así Hitler declaró la invasión de Polonia al igual que
muchos años después Estados Unidos pudo pulverizar el estado iraquí a su antojo
durante la II Guerra del Golfo.
Visto así, cada vez que se empieza a
construir un pretexto debemos encender nuestra alerta y prepararnos para
cualquier sorpresa. En el plano internacional hasta hace poco las provocaciones
de Kim Jong-un, máximo gobernante de Corea del Norte, invitaban a una
intervención consensuada. Fracasada la Primavera
árabe, sin embargo, gracias a Alá y a sus ignorantes radicales las
potencias han encontrado un nuevo pretexto para reorganizar su presencia en
todos los países musulmanes, empezando por Siria y siguiendo por Mali.
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