La desaparición de una persona tras un
atentado terrorista deja un hueco sin explicación posible entre quienes la
conocían, entre quienes la querían. Hoy París cuenta con 129 habitantes menos
arrancados de los suyos mientras disfrutaban de una noche de ocio. En su
momento fueron el 11-S o nuestro 11-M las masacres que horrorizaron al mundo.
Mucha gente desapareció sin tiempo de despedirse.
Aparentemente conocemos a los culpables
de estas matanzas, responsables de muchas otras en países que por su distancia
geográfica y cultural no nos conmueven de igual manera. Salvo ese detalle,
importante, estas pérdidas nos recuerdan a los leftovers, novela y serie de televisión que parte de la
inexplicable desaparición del 2% de la población mundial. Y aunque ese 2% se
corresponda con 140 millones de personas sigue siendo un porcentaje
insignificante que invita a sobreponerse rápido y continuar con la vida dentro
de la normalidad.
Estos 129 parisinos tampoco tienen peso
estadístico entre sus 10 millones de habitantes. Ni las 2823 víctimas de las Torres Gemelas, o las 193 de Madrid en
sus respectivas ciudades. Son nuestros auténticos leftovers que solo tienen peso en la sensibilidad que los medios de
comunicación saben despertar con la misma habilidad que saben hacer olvidar
cuando más les conviene.
En la estadística del dolor hoy toca
mostrarnos consternados reclamando una autoridad que impida definitivamente
que se repitan estos hechos. Mañana ya veremos.
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