Al leer las noticias relacionadas con la
corrupción, el cobro de comisiones ilegales, dobles contabilidades... uno no
puede evitar mostrar un profundo desprecio por todos los implicados en tales
vilezas. Esos políticos gozaron -y lo que es peor, algunos todavía gozan- de la
confianza de millones de ciudadanos que les otorgaron su total apoyo para
gobernar.
Indignados asistimos a este bochornoso
espectáculo que por su extensión y magnitud no da pistas sobre una supuesta
solución próxima. El número de políticos que se han servido de su cargo para
enriquecerse ensombrece las democracias occidentales hasta el punto que el
oscurantismo se extiende a casi toda la clase política.
Al final se tiene la impresión de que
dentro de los requisitos que rigen el acceso al poder figura la habilidad de
desviar dinero para el beneficio personal. La mayoría de los inculpados han
venido mostrado durante años esa cualidad que les ha permito incluso ascender
dentro de sus propios partidos y en la sociedad en general.
Toda una casta de cleptócratas.
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