En el límite del todo o nada a una
jugada la ruleta rusa llega al extremo del desquicio. Una bala, seis recámaras,
un giro del tambor, la punta del cañón sobre la sien, se aprieta el gatillo... En
1937 Georges Surdez introdujo este juego en uno de sus cuentos desde donde se
extendió por todo el mundo.
Creemos que exclusivamente lo pueden
practicar personas desesperadas que desprecian todo. Sirviendo en bandeja la muerte a su destino se trata
de encontrarla en un gesto absurdo, tan fácilmente evitable con tan solo
no participar. Sin embargo, es posible que olvidemos que muchos ya hemos puesto
nuestras vidas sobre el tapete en alguna ocasión, pese a haber recibido más de
una advertencia.
Seguramente conocemos a alguien que ha
perdido la vida en actos como montar en el vehículo de un amigo que ha tomado
de más o consumir sustancias de composición desconocida. Se dejaron llevar por
el momento ¡cómo no vas a acompañar a un amigo! No estaban desesperados,
simplemente cometieron una irresponsabilidad. Una y definitiva.
No hace falta un revólver ni balas para
participar en la ruleta rusa. Existen otras opciones con resultados similares.
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