domingo, 18 de octubre de 2015

Impuestos


         Desde siempre el mundo de la cultura reclama un menor tipo impositivo para sus actividades, pues las considera de interés general. Todos los intelectuales secundan esta reivindicación señalando que los libros, la música, el teatro o el cine son industrias que benefician sustancialmente a todos. Y no les falta cierta razón.

         El principal obstáculo radica en definir qué es arte y cultura. Difícilmente se puede encontrar literatura en publicaciones como Belén Esteban. Ambiciones y reflexiones o venerar como un clásico el Aserejé aunque se escondan bajo el formato de libro y de música, por poner dos ejemplos.

         Dejando al margen la calidad artística, sabemos también que detrás de un Premio Planeta o de un Grammy se sigue potenciando un negocio con la finalidad de obtener mejores rentas. Con una bajada de impuestos serían las grandes editoriales, discográficas y productoras las que obtendrían mayores ventajas económicas, hecho que les permitiría controlar mejor el mercado y en definitiva imponer al público sus propios criterios estéticos y artísticos más todavía.

         En definitiva. Aunque en origen se puede entender que el artista medio saldría ganando, en el fondo acabaríamos entregándolos a las multinacionales. Vista la situación, aceptemos como mal menor que con los impuestos se contrarrestan las desigualdades, incluso en el arte.

         

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