Al
recorrer cualquier museo de Historia, cuando vemos las
reconstrucciones de objetos de arte, mosaicos y demás obras a base
de recomponer minúsculos pedazos con gran precisión y paciencia no
deja de sorprendernos. Estos especialistas son capaces de recuperar
la grandeza del pasado a través de desordenados fragmentos
que aparecieron en medio de un yacimiento arqueológico.
Ojalá
pudiésemos dominar esa habilidad para rehacer la personalidad de
quien se cruza por nuestra vida. Porque si la vida de cada uno es
como un gran libro, cada vez que nos presentan a un nuevo personaje
solo alcanzamos a leer un escueto fragmento.
Y cuanto más intenso es el encuentro más breve, más pequeño
percibimos ese fragmento.
Por eso, por mucho que convivamos con esa persona al final solo
aspiraremos a reinterpretar las pocas secuencias que hemos compartido
para tratar de encontrarle un sentido.
Sospecho que la mayoría de las veces
nuestra imaginación traslada el fragmento
hacia el lugar donde más nos gustaría que encajara. Y sospecho
también que es la realidad la que nos hace entender que fue un error
forzarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario