sábado, 11 de julio de 2015

Democracia




        Karl Popper sostenía que una democracia se reconocía porque permitía al pueblo, mediante elecciones, un cambio de gobierno sin derramamiento de sangre. Así se diferenciaba la dictadura o la tiranía, incluyendo en ellas gobiernos vencedores de un proceso electoral por mayoría absoluta y que una vez en el poder desmontaban toda opción de ser desbancados sin violencia.

A esta delimitación conceptual habría que añadir que una democracia, si se precia como tal, nunca puede partir de una idea unitaria de pueblo. La riqueza de toda democracia recae en su propia diversidad, único valor que puede dar pie a los cambios de tendencias, pluralidad de alternativas y manifestación de la libertad del individuo.

Por eso llama la atención que ciertos gobernantes quieran disfrazar sus propuestas políticas con el maquillaje democrático de la consulta popular. Quedan fácilmente al descubierto cuando como prueba de su intolerancia hacen creer que la sociedad decide con un escueto si/no sobre asuntos realmente complicados y que en la mayoría de los casos carece de un profundo conocimiento del tema.


Y lo peor es que ellos mismos, a través de un falso referéndum, son capaces de depurar a los malos ciudadanos de los buenos patriotas. ¡Fascistas!

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