La
inmensidad de la estepa
siberiana acentúa el sentimiento de soledad. Una, la del estepario,
de las muchas y diferentes soledades que existen. En esta, el
individuo toma conciencia de que llega al mundo solo, vive solo y
muere solo. La tradición aporta la visión del grupo, la familia o
el compañero vital, que en el fondo, para todo estepario
no dejan de ser extraños espejismos que deforman la propia soledad.
La
soledad esteparia
se gesta desde el alma siempre solitaria. Un estepario
puede implicarse con la gente que le rodea, puede dedicar su vida a
ayudar a los demás e incluso compartir un intenso amor, porque un
estepario
ni es egocéntrico ni egoísta. Un estepario
no está reñido con la existencia ni tampoco con el resto de los
humanos; simplemente un estepario
reconoce su individualidad totalmente aislada.
Para
un estepario
su soledad tan solo es una parte de su naturaleza. Ella le da las
fuerzas para seguir viviendo, la libertad para moverse y la máxima
responsabilidad para responder por sí mismo. Es lo único que hace
falta para sobrevivir en la inmensidad de la estepa
siberiana.
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