lunes, 2 de febrero de 2015

Imitadores


         Sucede a veces que, sin proponerlo, una marcada personalidad se hace contagiosa y de pronto puede verse acompañada por otra persona que día a día va adaptando sus hábitos, sus expresiones, su ropa, su peinado... hasta convertirse en un verdadero imitador, cual reflejo de un espejo aunque sin la espontaneidad del original.

         Uno puede tener una forma de ser, una manera de hablar y una tendencia estética. Son marcas y cualidades que definen la personalidad y, según lo firmes, seguros y originales que sean pueden llamar la atención e incluso despertar admiración. Agrada ser reconocido, no ser imitado. Se llega a hacer hasta incómodo tener delante a cualquier hora esa réplica viviente que se surte de todas las propuestas aprovechando su proximidad. Se trata de un verdadero acoso por el uso de la imagen y de los rasgos más personales.

         Habría que preguntar a esos imitadores qué les mueve hasta llegar a ese comportamiento. Posiblemente busquen desmarcarse de las tendencias seguidas por la mayoría y por eso han elegido un formato más próximo. O simplemente esa ausencia de ideas no dejan de ser un síntoma que confirma su evidente falta de personalidad.


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