Si los dioses, sin discriminar ninguna
religión, pudiesen realmente manifestarse y golpear a la humanidad por sus
muchas insolencias, no cabe duda de que castigarían con furibunda violencia la
actual idolatría.
Y no sería porque estos nuevos ídolos se
atrevan a rivalizar con ellos y pongan en riesgo su divinidad ni la religión,
sino por la estupidez humana de generar, ascender a los altares y adorar a
gente vulgar. Ídolos a los que no se reza porque reproducen su imagen entre camisetas, posters y otros placebos a buen precio. Eso sí, al igual que otros personajes divinos, estas nuevas
deidades también corren el riesgo de ser pisoteadas y crucificadas por sus
propios seguidores al menor golpe de fortuna, pues la gloria en este mundo
sabemos que es efímera
Tierra de locos, en un universo
dirigido por los medios de comunicación, actores, cantantes, deportistas y hasta
políticos absorben los cerebros de millones de fanáticos que viven y se
desviven por rozarlos, por recoger una reliquia en vida y elevarse junto a
ellos hasta el delirio, en un baño de máxima enajenación colectiva.
¡Pobrecillos todos!
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