Se agradece y mucho sentirse rodeado de
compañeros que apoyan, comparten y empatizan, especialmente en las situaciones
adversas. Con ellos se genera una atmósfera de confianza y un buen ambiente de
trabajo. Los problemas de uno los son de todos y esa es la mejor manera de
sobrellevar la ya de por sí complicada vida laboral.
Es evidente que si hablamos de una
empresa en la que convive mucha gente, no siempre la relación entre los
compañeros es la idónea. Suele haber alguno que se considera señalado hasta el
punto de imaginar una obsesiva persecución personal cada vez que se toma alguna
decisión, que siempre interpretará como perjudicial.
Incapaz de reconocer su desmotivación,
falta de interés y nula participación, su descontento toma forma de una eterna
letanía de lamentos y quejas sin consistencia alguna. Para este plañidero que
no deja de llorar todo funciona mal, pero si se le invita a proponer alguna
solución se refugia en un no sé, no es mi
problema retomando en voz baja su triste oración diaria con la que maldice
su suerte.
Ante estos personajes tóxicos y
contaminantes existe una respuesta muy sencilla: evitarlos. Afortunadamente
siempre hay muy pocos.
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