Los
científicos no llegan a un acuerdo respecto a la hipnosis. Se dice que hay tantas definiciones como hipnotizadores andan sueltos. Podríamos
añadir que algunos siguen unas técnicas aprendidas y otros, por su misma manera
de ser acaban hipnotizando a sus
presas espontáneamente, sin esfuerzo.
Existe
una tendencia natural a dejarse hipnotizar.
Muchas personas se quedan extraviadas mirando el movimiento del mar en una
playa o del fuego en una chimenea. También puede ser el tono de voz, la cadencia
de una frase o la profundidad de una mirada lo que provoque un estado hipnótico.
Hipnotizan así los grandes seductores
en el amor. Saben lo que tienen que decir, saben lo que sus víctimas quieren
escuchar. También lo saben los grandes embaucadores de la política, convertidos
en guías y libertadores que presentan sus conocimientos como videncias. Una vez
hipnotizado el electorado el acceso
al poder queda franco y duradero.
Falta
saber cuánto tiempo se puede mantener a la gente en un estado de hipnosis inducida. Porque luego, cuando
alguien acierte con el típico chasquido de dedos, la hora de despertar y
reencontrarse con la realidad puede ser un momento muy duro.
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