martes, 25 de noviembre de 2014

Récords


El deporte de máxima competición encontró en los récords el reclamo necesario para atraer al público neófito e inexperto en las distintas materias. Esta fiebre estadística de marcas, tanto absolutas como relativas, además permite a la prensa en general ilustrar y documentar artículos olvidando así la esencia de la información y la crónica.

Baste con entender un poco de cada materia para descartar la importancia de cualquier récord. Pongamos el caso de las marcas en natación. El campeón de 100 metros libres en Atenas 1896, el húngaro Alfréd Hajós, ganó la prueba con 1 minuto 22 segundos y 2 décimas. Fue el mejor nadador del mundo en aquel momento, si bien hoy con ese tiempo no tendría ninguna opción ni en los Juegos Paralímpicos. Resulta absurdo hacer comparaciones cuando la preparación, las técnicas de entrenamiento y el seguimiento nutricional y médico de los deportistas actualmente se confunden con la ciencia ficción.

Sucede que el deporte de alta competición es un espectáculo que necesita venderse. Se prescinde de una cultura física dedicada a mejorar la salud de la población y se transforma en un escaparate de prendas, utensilios y todo tipo de objetos de consumo con el señuelo de que los utilizan las grandes estrellas poseedoras de los inalcanzables récords, aunque para ello sea necesario incluso montar un circo ficticio a su alrededor. Puro negocio.


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