Importados de otros países nos siguen llegando
programas realities en los que los
participantes, además de una gran predisposición al exhibicionismo, demuestran
no haber desarrollado en absoluto el sentido del ridículo.
Dejando a un lado aquellos donde la presencia de
famosillos alimenta el morbo de los telespectadores adictos al marujeo, los
otros realities se mantienen sobre el
grado de empatía entre sus participantes y los curiosos seguidores. A lo largo
del año la parrilla televisiva ofrece Gran
Hermano, Granjero busca esposa, ¿Quién quiere casarse con mi hijo? y la
reciente propuesta de la MTV Gandía
Shore, adaptación a la española de otros “shores” del ámbito anglosajón.
Este último es una alucinante introspección en el
mundo de los canis y las chonis, como se conoce actualmente a los
machos y a las hembras de un tipo de juventud con un perfil muy característico.
Predominan los valores elementales: mala educación, grosería, parquedad de
vocabulario, carácter intransigente, orgullo, sexo directo, y un lema
fundamental: yo soy así y si no te gusta te aguantas.
Despreciarlos es un error tan grande como
ignorarlos. Al fin y al cabo el éxito de su emisión refleja a una sociedad que
se entretiene sobre sus propias miserias. Será mucho más efectivo combatirlos.
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