lunes, 26 de agosto de 2013

Días grises



Hay momentos en que la tristeza desborda el espíritu y se proyecta sobre los días grises. La pena es tan grande que hace pequeña el alma e, irresistible, contagia todo lo que le rodea, incluido al mismo sol, al que invita a ocultarse detrás de las nubes.

En los días grises los árboles, las casas, las personas no proyectan sombras... son una sombra todo, como los propios sentimientos, que, difusas penumbras, preferirían dormir en vez de doler.

Los días grises también tienen su noche. Entonces el plomo de las nubes, ya oscuro, esconde a la luna e impide que sueñe con su sol.

Quizá esa sea la ocasión para prender una llama, una fúlgida chispa que salte desde el mismo lugar en que nació la tristeza, que permita acoger una ilusión. Quizá así, por la mañana la luz al despertar ya haya recobrado vida.

No hay comentarios: